¿Sabías qué…

… al psoas se le llama el músculo del alma?

Hablamos mucho de este músculo en clase, esto es porque junto al diafragma, tiene un papel clave en el trabajo de la postura. Posiblemente es uno de los músculos más profundos del cuerpo. Es responsable de mantenernos erguidos, además de dar estabilidad a nuestra columna. Al estar situado en una zona muy central del cuerpo, se le relaciona directamente con los órganos abdominales y también con el sistema nervioso. Por lo tanto, es considerado un portavoz de emociones. Luego veremos exactamente cómo.

Anatómicamente, el psoas está dividido en dos partes y conecta la columna vertebral (lumbar) con la zona superior de la pierna (trocánter menor del fémur). Flexiona la cadera y rota exteriormente la pierna.

La importancia de este músculo también radica en cómo nos conecta con otras partes del cuerpo. Posiblemente no podemos hablar del psoas sin hablar del diafragma, nuestro principal músculo respiratorio, ambos están conectados y trabajan en sinergia. Lo que le pasará a uno, afectará indiscutiblemente al otro. Pero si nos dirigimos hacia la parte inferior del cuerpo, vemos que el psoas también nos conecta con el suelo pélvico (sistema urinario, digestivo y sexual).

Imagen de Low Pressure Fitness

Cómo cuidar tu psoas

Un psoas fortalecido nos puede ayudar a ganar control de nuestra región lumbo-pélvica y prevenir lesiones. Posiblemente ahora entenderéis por qué en mis clases, a través del Pilates y Low Pressure Fitness, busco ese equilibrio muscular y emocional de nuestro centro o core.

Hábitos cotidianos como pasar mucho tiempo sentado o hacer excesivo deporte, pueden acortar este músculo. Aunque no todo es físico, el estrés nos puede jugar malas pasadas. Cuando tenemos un exceso de tensión, el sistema nervioso manda una respuesta conocida como “de lucha o huida” para tratar de eliminar ese estrés o amenaza cerrando la postura, hacia una actitud de defensa. Eso implica un acortamiento de la musculatura de la parte anterior del cuerpo. Además de repercutir en la respiración, nuestro estado emocional y por supuesto, en la postura, lo que puede provocarnos dolor.  

Los estiramientos, la relajación a través de prácticas respiratorias conscientes y los ejercicios de auto-liberación miofascial, son otras herramientas que nos ayudan a mantener nuestro psoas sano.